viernes, 23 de julio de 2021

Entre nosotros


  


he tenido perros, gatos, loros, tortugas, hamsters, ratones, lagartos, monos, coatíes, boas... y siempre pensé que no había posibilidad de sorprenderme en lo que respecta al mundo animal. Y sin embargo la sorpresa es eso: una sorpresa. Y como tal puede venir del lugar menos pensado.

En mi caso fue un gato, y para no hacer un prólogo demasiado largo, este animal me convenció de ir al psicólogo.

Si hago un recuento de sus características, debo comenzar por decir que era un animal muy feo. terminó en mi casa solo porque me vi obligado. Era de mi padre, y cuando falleció me lo puso en la herencia como en el gato con botas, y mi reacción, aunque diferencias salvadas, fue bastante similar a la del hijo menor del molinero.

"Gato del carajo" comenzó a presentarse como pensamiento rumiante en los amaneceres, cuando al pasar rumbo a la cocina me encontraba con sus digestiones externas decorando la alfombra, a meros centímetros de su caja de piedras absorventes.

Feo. Tuerto, con una oreja de menos, cola quebrada, pelaje tan desparejo en largo, distribuición y color que había que bañarlo para que parezca sucio.

"Pesadillato" se deslizaba entre mis labios contraidos y mis dientes apretados a la noche, cuando, atravesando la puerta corrediza de cristal se me colaba al entrar entre las piernas y se paraba en la pasada, deteniéndome, asi le hubiera yo puesto su plato como carnada, con su preferida dosis de arenques ahumados.

Si no hubiera quedado tuerto en sus travesuras nocturnas, seguiría de todos modos feo, teniendo, como tenía, su estravismo inquietante e irrespetuoso, sostenido en el cual indefectiblemente buscaba el lugar exacto que le conviniera para mantener un ojo en mi y otro en un interés secundario: la pantalla digital de la cocina; el cordón de la cortina bamboleándose al viento del balcón; los pájaros de paso, piando sobre el arbol de té.

Pero nada de esto hubiera sido suficiente para sacarme de quicio. Y como sugerí antes, las razones para una crisis pueden venir de un lugar insospechado. Y este ademan de felino lo era, porque...

Bueno, no se si es oportuno meterme a explicar lo siguiente, pero parece necesario, como cruzar la puerta para salir a la vereda...  Y es que siempre tuve la sensación, inconsciente, de que como humanos, buscar comunicarnos con extraterrestres era como saltarnos el paso de entender lo que piensan animales como los delfines o los perros. Talvez las ballenas y los elefantes. No los gatos.

El esperpento éste cambia de canal siempre a las mismas señales. Lo dije. Así de fácil, pero lo dije. 

Díganme loco, pero yo elijo un canal, y estoy escuchando mientras bato los cereales molidos y se los agrego al café y, de repente, escucho como todo queda en silencio, apareciendo de a ratos ruido blanco o voces entrecortadas cuando se demora una décima de segundo más, y luego se detiene, llenándose la casa de voces en chino (o coreano, porque también le gusta un canal de bricolage y modelos en trajecitos, tan delgadas que parecen víctimas perfectas para huracanes). O el espantoso canal de ingeniería informática (¿hay tantos programadores como para que haya un canal de programación en código comentada en voz robótica gangosa, aburrida e interrupta? suena casi como un partido imaginario de tenis entre una impresora y un cajero automático.)

Ese ha de haber sido el primer boleto al diván. Sólo el primero.

La máquina escupe pelos borra los mensajes de la contestadora (lo que ya es algo que me dejó en señal de ajuste cuando lo noté), pero sólo cuando me llaman determinadas y específicas personas: Mi cliente más importante; la hermana de mi jefa -mi amante-; Mi mejor amigo...

No, no me lo estoy imaginando. En ambas actividades lo sorprendí in fraganti, y cuando se dió cuenta de que lo había descubierto me quedó mirando fijamente mientras su pata (¿mano?) seguía moviéndose hasta lograr su objetivo, dejándome congelado a la entrada de la habitación, sin saber qué paso dar.

El psicólogo dice que para todo esto y el resto de la lista que no quiero enumerar ahora más que someramente (encontrarlo susurrándome quién sabe qué en la madrugada, abrir la llave de la bañera de la segunda planta, arrastrar el trapeador para dejarlo de obstáculo en el camino al baño, y varios etcéteras), debe haber explicaciones lógicas, y yo lo convencí de que creo que tiene razón. 

Pero acabo de llevar al energúmeno a un pueblo a 5 horas de aquí, para lo que me tomé todo el domingo. Lo dejé atado con un una cuerda de cáñamo atada a su collar y al parachoques de un bus abandonado en el que incluso puede buscar refugio mullido, porque mi crueldad no alcanza a otra cosa por ahora, y sé, porque ya lo ha hecho, que en un par de horas podrá soltarse.

Y me compré una escopeta.

sábado, 10 de julio de 2021

Glitch sentimental


Otra vez te estoy escribiendo desde otro punto del planeta a pesar de tu falta de respuesta, por puro respeto mío a lo que resta y, como excusa, por pura falta de siquiera una negativa.

Lo más probable es que este texto vaya directamente a la carpeta de lo que nunca se revisa, y ni se lea ni lo sepa yo. ¿Cómo, si no, te hubiera sido tan dificil decir un hola o un adiós? 

Asumo entonces que escribo al vacío, sin saberlo por arte cierta, pero al vacío, sin esperar respuesta, porque lo contrario significaría pensarte ahí, leyéndome sin intención de responder, pensando  en mi necesidad de pensarte y en el espacio hueco y desequilibrado que puedas significar en mi vida, o sufriendo la necesidad de hablarme que se ahogará irremediablemente en tu orgullo.

Estoy en la montaña, en un claro entre arbustos secos, rodeado de filos lejanos de piedra, sobre parte de los cuales se oculta a mi espalda la última luz solar, dejando frente a mi en la ladera caliza el color de tu piel en aquella tarde de verano, en el borde entre la ciudad y el mar, y tus ojos surgen de la nada, con sus pestañas largas, haciendo como que no me ven, pero sabiendo que te miro, y no pudiendo evitar un dejo de tristeza cuando, para comprobar que me notas, le pregunto en secreto a ella, a mi lado, cualquier cosa, y le convido un dulce amargo. Te pesqué. Esa décima de segundo en que no pudiste evitar tu curiosidad, te pesqué. Siempre lo hice, y eso te daba esa furia que no logra expresarse sino con tristeza. ¿o fue al revés?

Ayer llegué caminando aquí, y no pensaba en ti. Al fin y al cabo para qué, si nunca hubo algo sano en la forma en que nos dábamos señales, siempre escondiendo, siempre espiando en las palabras de otros algún destello indiscreto que te cuente y me cuente quién soy, quien sos, para nunca conocernos y siempre soñar. 

Fue la luz carnosa sobre la piedra. Ingenua y desinteresada, activando un lugar en que tu recuerdo ya estaba entumeciéndose.

¿Cuánto hace que no te escribo?

¿Cuando fue que te escribí por primera vez? Ah... el viaje ...no: el trámite. O el teatro. Ya no está presente. Tanto hace que nunca fue. Que mostraste orgullosa mi carta a quienes inevitablemente me darían aviso. 

Quien, a pesar de haberme dado más negativas que las que considero un límite digno, se colaba entre la gente para ir delante mio, en mi campo de visión, y aparecía entre las sombras chocándome de espaldas en las fiestas, como sin querer, ya no existe.

Recuerdo puramente imaginario de nada que haya existido siquiera. Suposición extraña, suspendida, intangible.

Mañana ya no te recordaré, otra vez. No por rencor, en realidad. Como dije, fueron demasiadas veces, y al parecer no te fueron suficientes, o talvez querías dejarme en pausa hasta que, cansada de divertirte a expensas de las víctimas de tu perfil estilizado, pudieras usarme de refugio. 

Pero la vida, caprichosa e indiferente como vos misma, sigue, y esperarte era perderme a mi mismo, a ella, la vida misma, a los otros amigos y las otras mujeres, en el sur, el norte, en la selva y el desierto, que no me dejaban en pausa, y me daban otros diálogos, otros libros, otros mundos.

Otra luz de sol podrá hacerme recordarte, es posible, pero ya ves, cada vez pasa más tiempo, y no sabemos si hay próxima vez, o si ésta queda tan descolgada, en esta sucesión intermitente cada vez más dispersa, que ya no se percibe más que como un color frutal; una sensación en la piel; una nostalgia de la que no se conoce la causa.

jueves, 14 de mayo de 2020

Sale el sol y viento trae


Porque tiemblan luces en horizontes
de laderas escarpadas y ciudades,
quédase el pensamiento ensimismado
dilucidando filos de verdades.
Soledades camperas y estoicismos.
Cañas preparadas contra sismos.

En la tierra, ni yerma ni sembrada,
dulce aroma de lluvia en piel manchada
de cosecha perdida, innegociable,
aliviana tus huesos, gesto amable,
de memoria de triunfos despojada
Que te unen al cielo como cable.

Sal, aliento, contamina
de acerada pasión sordos oídos.
Dolorosos pies deja vencidos.
Egos rotos disemina.

Tras estulticias públicas perdone
el destino las malas intenciones
de viles seres que maman privilegios.
Pero ya no permita cruel futuro
Dañar sueños felices generales.
Solo prospere via de amor regio.

Cuídate. Larga acusación oculta
responsabilidad disimulada.
Los que cambios no quieren en la casa
de todos, con temor a todo insultan.
Las luces débiles practican ritos.
La envidia y miedo teme a gritos.

Cuídate si, pero libre
sigue tu vocación, no vana mesa.
Que coersion no nuble tu cabeza.
Tu corazón es posible.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Al viento, al tiempo.

hay correos que envié que nunca tuvieron respuesta
y hoy personas muy distantes con ironía me cuentan
más por ver si me lastiman que por sanar el pasado
que de tu estado me llamas, y más que pienso pregunto
tantos dramas, tanto viento, tanto agua que ha corrido
y aun tanto el ego te abruma como cuando te buscaba
que esperas que a iniciar vuelva lo que nunca continuaste
como si no recordara tu desdén y las espinas.

Ya no quiero ni creerles a quienes ni amigos fueron
más que en los buenos momentos en que fácil se dá todo
y revolcaron en lodo la confianza regalada
maldevolviendo favores, casi que a fuerza obligada
Ni tampoco más respuesta que ésta has de encontrar
si no sabes enviar un par de líneas virtuales
con dirección específica, que solo a mí correspondan
que si hay desdén que sea mutuo, y lo mismo ambigüedad

Al fin y al cabo la vida no ha dejado de venir
no eras, pude encontrar, la fuente de lo especial
y si algo de única había o de original tenías,
nunca planteaste una instancia en que me quedara claro
y lo mismo debe ser puesto hoy como premisa
que si algo sucede ahora no esperes locas pasiones
porque el tiempo ha decantado lo que no tenia sentido
y atraen hoy mi corazón tesoros inesperados

Pero por algo es que escribo, claro está, lo reconozco
y es por ver que había de bien dentro de tanto enredado
y responderme en sorpresa que así tenía que ser
que el tiempo debía pasar, que sí que tenía sentido
que por algo existió aquello y no fue del todo error
y quien sabe qué sucede, si es que pasa algo al fin
porque el tiempo ha decantado lo que no tenia sentido
y solo espero que llegue lo que tenga que llegar.





martes, 14 de diciembre de 2010

Hambre hay en áfrica

 No me acabo de levantar con sed, en medio de la noche, escuchando los ruidos de patadas que derriban puertas, ni gritos de personas arrastradas contra su voluntad, ni disparos que acallan dolores, resistencias.
No estoy siendo testigo en este momento de novedosos métodos de cohersión, de tecnológicos medios de control a distancia no tenidos en cuenta, de terremotos activados por medios no percibidos, de epidemias preparadas en laboratorios, de sequías e inundaciones diseñadas por medios todavia desconocidos por quienes cruzan la calle en el semáforo de la esquina, considerados fantasiosos por los medios, tildados de paranoias apocalípticas.
No estoy huyendo a campo traviesa con mi pequeño panel solar, mi sobre de dormir, mi mochila, a ocultarme en las cuchillas, leyendo manuales de supervivencia en una portatil de bolsillo, perdiéndome entre los montes prohibiéndome hacer grandes fuegos nunca nocturnos.
Me despertó la radio. La voz me hace adivinar una total resignación. Ni siquiera angustia.
Nada de lo que está diciendo me parece raro. Me extraña, sin embargo, sentir que todo esto es esperable.

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Hay interferencia. Una sertaneja melosa que se queja de que ella no tiene ningúna intención de adaptarse a los planes de él. Se me ocurre que no podría ser amigo de un llorón como él y me hace sentir desgraciado mi falta de compasión.
"Estamos en dictadura"
La pausa antes de seguir permite oir que alguien solloza, y me pregunto si corresponde a la canción, que está terminando, o al locutor.
"...ya no tan encubierta como hace unos días, pero todavía no tan evidente como hace unas décadas.
Es, en realidad, la antesala, la etapa previa a una dictadura mundial, que todavía tardará en evidenciarse abiertamente, pero no mucho.
Ya veníamos siendo esclavos, por supuesto. Los salarios han sido siempre cada vez menores en comparación con lo que necesitamos. Los intereses nos tienen atados. vivimos más tiempo trabajando que disfrutando con nuestos intereses, nuestros afectos.
Esta vez -soy pesimista u optimista, dependiendo de la orientación de la lupa- la única posibilidad sensata es la no violencia.
Ni siquiera una no cooperación pacífica será aceptada. La represión no tendrá límites.
Demasiadas pruebas hay ya de que no se vacilará en arrasar con las barreras que se impongan y de que cada vez menos importarán supuestos derechos humanos ni valores éticos.
Al contrario: elegir la lucha armada es darles la oportunidad que están buscando, que siempre supieron aprovechar, de zanear desde hoy y por muchas generaciones todo foco de acción o pensamiento contrario a sus intereses, incluso aquellos no violentos pero peligrosamente incidentes en la mentalidad popular, dañinos para la configuración de su status quo, generadores de esperanza en futuros diferentes.
En un mundo en que los tontos, que no quieren pensar, son mayoría; en un mundo en que los ciegos, que no quieren ver, son los únicos probables testigos, aquellos que digan que no, serán borrados de la memoria del sistema, y su limpieza de pensamiento será sustituida por los más variados improperios, denigrada, antes de ser expuestos a la opinión pública.

Solo resta desear que los disidentes logren sobrevivir.

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Cuando estuve en la naval lo más preciado en la mesa era el cuadradito de membrillo. Era lo que nos quitaba los calambres.
Miento: si nos portabamos muy pero muy bien, es decir, si a nadie en el pelotón lo tenian que hacer pagar las diez -que eran catorce- y los superiores quedaban impresionados por la dedicación, y hasta el 108 quedaba bien parado, entonces nos daban una compoterita de crema. No se ría. Usted le miraba la cara a su superior y entendía que el regalo era sincero y que había orgullo en el gesto. Orgullo por nosotros. Y aunque no le gustara la crema le parecía lo más rico, porque estaba llena de honor.
Comíamos lo mínimo. Siempre queríamos más, pero nos terminaba gustando la sensación. Con el tiempo se nota que eso no es hambre. Es que la carne de uno se está comiendo todo lo que sobra, sin desperdiciar nada.
Si lo mataban los calambres y el dolor no le permitía levantarse una vez que caia, lo mandaban a enfermería, le daban una inyección en la nalga y en un rato quería salir a correr.
Nos levantabamos a las cuatro y nos acostábamos a las once. Y una hora de sueño era sustituida por la guardia, que era rotativa. La mejor era la primera guardia. Después de ella dormía de un tirón.
Entremedio todo era aprendizaje teórico unas horas y ejercicio durante... no recuerdo si eran ocho o diez. Mucho, extenuante, atravesando todos los límites físicos que creíamos tener.
Corríamos, hacíamos lagartijas sobre los nudillos de índice y medio sobre los adoquines, hacíamos sentadillas, nadábamos, hacíamos soga en el agua y colgando de una vía de tren. Y muchas otras cosas, no crea que era solo eso.
No se entrenaba los sábados ni los domingos. Esos días estudiábamos, y créame que nos mataba la ansiedad: queríamos ponernos a correr. Hacíamos lagartijas de cruz en los pasillos cuando nadie nos veía.

Lo peor era la "mimosa". Usted tenía que portarse muy mal o equivocarse en algo importante para que le tocara. Cinco quilos de metal todo el día en peso, sin tocar el cuerpo, sostenido. Los músculos se le agarrotaban. En un año estaba más duro que cualquiera de estos muchachos de rutina de gimnasio.Quebraba las ramas sin sentirlas cuando corria por el monte.
O el arresto, en el que no podía usted hacer nada, pero pasaba mucho de pié, con dos guardias. Uno de ellos con balloneta calzada.
Lo mejor llega cuando ya hace uno o dos años. Nadie se acordaba de lo que se sentía cuando no le daba el aire, cuando le temblaban los abdominales al hacer lagartijas, y mucho menos las nauseas por correr demasiado, demasiado. No se acordaba uno, de verdad.

Ojalá nunca hayan guerras, nunca más, pero creo que todos, todos, en todo el mundo, deberían tener por lo menos como en Brasil, dos años de entrenamiento, pero no como los chimangos. Como nosotros, aunque fuera sin entrenamiento bélico, cosas de armas y eso. Usted pasa de una autoestima normal, casi anodina, la de cualquier persona, a estar seguro de que no hay cosa que no pueda lograr si se lo propone. No tiene dudas sobre si mismo, al menos respecto a si es o no es capaz. Eso es lo mejor que le puede pasar si usted es alguien que planifica al menos una parte de su vida.
Le digo más: las cárceles deberían ser eso: entrenamiento, no bélico pero riguroso, construcción de personalidades sanas, físicamente, con buena autoestima, con disciplina, con respeto, con ánimo gregario. Eso y planificación, estudio, orientación vocacional.
Una escuela de nobleza, no de ocio, como las penitenciarías actuales.

Abandoné porque nos apretaron la paga. Que no había plata, y nos tuvieron así varios días. Casi un mes. Nos trajeron gente que nos propuso un crédito, un préstamo ¿entiende? ...después teníamos que pagarlo, y con intereses. Ahi fue que les dije que quería la baja.

No sabe como extraño.

martes, 20 de julio de 2010

Primer día


A esta altura puede decir que ya no es el mismo y espera seguir siendo ese otro. Ahora intenta volver a ser religioso, en una religión sin dios. Se saca uno a uno los cuchillos de los dedos y las grampas que mantuvieron sus ojos abiertos, sintiendo angustia al observar las cicatrices en las yemas, en los párpados. Curvando hacia dentro el brazo, sacude el pecho a golpes, y una nube de grisura cae, a medias suspendida en la luz, dejando un vacío donde una vez estuvieron los zapatos.
Está otra vez pronto para escuchar sin juzgar, sin recriminar. Pero ya no aceptará nunca más ser obligado a prestar oido. Está otra vez con ganas de acariciar con la mirada, pero ya no actuará sin cuidado al percibir la intención persuasiva, demagógica de la seducción. Está otra vez pronto para caminar viejos caminos, pero ya no permitirá que éste sea más de uno, menos que el querido, diferente del anhelado.
Quiso volver a nacer, de forma imposible, del modo que fuera.
Ahora espera. Despacio, engranado en el primer cambio, moviéndose hacia donde mira su frente, sin dejar de ir a donde quiere ir, espera, con la piel en girones abierta como flor en capas, extendida hacia afuera; con más cicatrices pero menos dolor; con menos ilusiones pero más metas.

domingo, 21 de febrero de 2010

Leñ@, proyecto editorial.

Falta todavía. Tres años, según la meta fijada. Tres años de incursión en el infierno de la contabilidad, los horarios fijos que se solapan con el flujo natural del filosofar, y que absorven y diluyen las ideas geniales que deberían haber sido escritas.  Tres años para pensar suficientemente en qué, si algo, poner en esos papeles plegados que piensa vender, si se atreve, a los descuidados y ociosos. 

Lo seguro es que los dibujos van, si o si. Si no, no tiene sentido. Los dibujos y los cuentos, si es que pueden ser considerados como tales. 

¿Cómo sacarse la ansiedad acumulada? Han sido también tres años, pero hacia el pasado, los de la decisión. Ojalá pudiera hacerlo ya mismo. Cargar una mochila que no tiene, con una carpa que no puede ser la que ya tiene, con las ollas ultralivianas que ya tiene y una lista de implementos de la que suma y resta entradas todos los días. Ya quiere estar sucio de tres días, caminando por el borde de la carretera, levantando la mano derecha con el pulgar extendido, mirando a los ojos a los conductores de cualquier vehículo.  Ya quiere estar recién bañado caminando por un pueblo absolutamente desconocido, mirando a los ojos a quien se digne mirarlo. Ya quiere despertar incrédulo ante una naturaleza que estuvo allí miles de años antes, y aún así sentirla nueva. 

Los dibujos van, entonces. Los cuentos también. ¿Entrevistas con la gente que conozca? ¿Recetas nuevas de sabores dignos? ¿Fotografías del viaje? ¿Citas de los libros leídos? 

Por ahora solo anota "leña, madera, árbol, ramal"

sábado, 24 de octubre de 2009

Preguntas ridículas



Intentaba hacerle notar que los rosales amarillos se estaban llenando de capullos a partir del comienzo del regado, la semana pasada, pero sentía la dislocación entre su atención y la mía. Supuse que tenía algo incómodo en sus zapatos o que intentaba resolver algún problema personal, privado, en silencio, orientando su mirada en un sentido que metafórica y fácticamente, le diera apoyo. Los mechones de pelo, a medias caoba brillante y lacio, a medias amarillo blanquecino y crespo, siempre más largo que corto,  le caían desde la coronilla sobre los párpados arrugados, llenos de pecas oscuras, y el sol de la tarde me encandilaba desde su calva indecisa.
Incluí una incoherencia -"pero por suerte a los pétalos me los alquilaron a cambio de dos nubes"- sin cambiar el tono de enunciación y sin pausa, para comprobar la distancia de su pensamiento.
Definitivamente se dió por enterado. -Si te salió barato depende del color de las nubes y la hora del trueque-, dejó fluir lentamente en voz baja sonriendo desde la pera. Hice silencio esperando. Con el índice estirado haraganamente y girando en lo que podría haber sido un estilizado swing de golf incompleto, sin soltarse la muñeca detrás del cuerpo, apuntó al verde bajo el pequeño corral de los arbustos. -Siempre, si encuentro uno de cuatro hojas, lo guardo dentro de un libro. Lo empaqueto en un sandwich de papel higiénico. Antes lo hacía con papel encerado del que se usaba en el taller, y se secaba más despacio y nunca se pegaba. Pero cuando me jubilé bueno... Queda un poco incómodo como marcador pero tampoco es grave. A veces tienen tanta savia que pueden manchar las hojas igual. Supongo que deberá tener algo que ver con la fase de la luna-.
Evitando con una flexión lateral de cadera la barrera de las ramas bajas imité la búsqueda de esa exepción, íntimamente asombrado con el contraste entre el confesado esoterismo y la lógica acérrima e inmaculada que atribuia a mi interlocutor. Pero lo esotérico, pensé en silencio mientras compartíamos la pequeña frustración, podría ser una interpretación equivocada. Aquel con el que dentro de un rato compartiríamos los restos de una torta de cumpleaños atrasado, en reposeras deshilachadas, frente a las sombras crecientes, podría ser sencillamente un secreto disfrutador de viejas costumbres irracionales. Un posible coleccionista de detalles inocuos, o ni siquiera eso. No se lo pregunté, y cambiamos de tema.
No sé porqué no pude escapar a esa pregunta, intermitentemente, durante su visita. Mientras se acomodaba un buzo sobre la falda, de piernas cruzadas, para sostener las migas de chocolate, que se enredaron entre la felpa de lana. Mientras sin prestar atención lo ví revolver el té en sentido horario y luego antihorario. Mientras, cuando se fue, aduciendo que Su Exelencia -se refería a su esposa- ya tendría un veredicto, se salió un momento del camino para pisar una piedra llamativamente roja.

sábado, 27 de junio de 2009

No va más



Mastico suavemente. Con la lengua separo las semillas, amargas, con gusto verde. Desde detrás de los lentes siento que todo esto lo viví hace años, cuando los mediodías tenían olor a ventanas abiertas, a frituras caseras, a carnes guisadas con vino, veredas al sol en el camino de vuelta desde el liceo, portones con perros que ladraban pero no mordían. Yo tenía el pelo corto, usaba camisa, buzo escote en "V", Zapatos con cordones, y me portaba bien.
No es lo mismo, por supuesto. Es solo la sensación de una cadencia, un recuerdo de ansiedad que parece tener moho.
Los veo codearse y declararse cariño por conveniencia. Los veo dar discursos de vanguardia. De vanguardia... qué anacrónicos.
Uno que quiere tocar, para poder seguir creando desde su piso enmoquetado, calefaccionado, en su mundo, el que disfruta, dedicarse por horas a un brillo en un sonido hasta casi llorar, hasta quedar afónico sin siquiera hablar, emocionado. Otro que solo quiere crear, no importa qué, en su piso enmoquetado, calefaccionado, para poder tocar, tener fans, hablar en la radio, falsear más la voz, arrastrar las letras. Cualquier cosa, algo que se pueda encajar en cualquier espacio, no importa qué.
Los veo desde detrás de mis lentes, desde debajo del sombrero, apoyado al mostrador, embotado en algo blanco, transparente, con limón, cortesía de la casa después del último trago, antes de pararme para ver cuan mareado estoy, antes de ir al baño, antes de irme.
Uno de los dos me parece muy noble. El otro me da asco, porque soy un romántico. Un romántico... qué anacrónico.
Lo tiene casi convencido. Por dentro grito "esperá a que se vaya el alcohol, esperá..."
Me paro. El langa, por supuesto, se tira una canchereada refiriéndose a mi estado. Yo simulo estar más alcoholizado de lo que estoy y levanto un escarbadientes del plato mientras voy al baño, solo para no tener que responder. Me conozco. Cuando chico nos encajaban Superman en el cine y nos transformamos en justicieros, y hoy en día hay que dejar los juguetes en el cajón. Mejor hacer la vista gorda, dar consejos solo si se nos pide, y dejar que el jodedor gane en el mundo de los poco precavidos.
Hoy en día, pese al bombardeo de datos contradictorios, solo se defiende a quien se quiere.
Pago lo mío en caja, en el camino de ida.
De regreso, desde lejos, lo veo gesticular, grandilocuentemente. Lo veo asentir, timidamente, y me da esperanza su cara de querer escaparse.
Casi me tropiezo con ella, que me sonríe. En la mesa me recibe un silencio paranoiqueante. Mientras deslizo mi mano recogiendo el cambio me despido con un guiño. No va más.

domingo, 21 de junio de 2009

Flores robadas

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Se pasó toda la noche metido en la red. Estaba rescatando migajas que había dejado por todos lados, víctima de la espontaneidad, pulsión diferenciable, inconstancia, ciclotimia.
Fragmentos de texto, objects trouves fotográficos, estampados en intenciones bitacoreas inconclusas, siempre faltas de tesón, nunca faltos de intimidad.
En un rincón de la pantalla la vio. Era su testigo. Temió decirle que la había olvidado pero se tranquilizó creyendo que hay camaraderías que no permiten rencor.
Ella es un secreto para él. El probablemente sea un secreto para ella. Una complicidad sin compromiso, que no haría daño desechar, pero que se conserva por afinidad, por un lazo fragil de lectura equivocable de uno mismo en el otro.
Salvando las distancias, lo que estaba haciendo era mudarse, cambiar de barrio, de casa, otra vez. Había encontrado una puerta sin llave en algún lugar, y quería construir allí su pequeño tesoro imaginario.
Salvando las distancias, también, encontrarla en esa esquina, en esa cuadra que estaba abandonando, en esos pixeles de su pantalla, le dieron miedo a extrañarla.
Lo paradógico era que hacía tiempo que no la visitaba.

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La luz está saliendo. Es la luz, no el sol. Demasiadas nubes.
El tintero tiene chorros de tinta seca por dentro, de tanto estar abierto. Al terminar deberá cerrarlo y darlo vuelta, para evitar grumos molestos.
Mientras apaga la mitad de las velas suena en su mano una campanilla de bronce, rayada y opaca.
Toda la madera del cuarto huele a humedad, pero está seca.
"Debo informaros", escribe, tacha, recomienza sin cambiar de papel.
"Me gustaría que supierais" vuelve a tachar, ofuscado, preguntándose cuales son las palabras necesarias.
"Os dejo en estas líneas las señas de mi nueva morada, por si gustais seguir intercambiando impresiones, así sean éstas tan esporádicas como hasta ahora. Os comento que a donde voy los servicios pecan de ciertas bondades, aunque, por supuesto, pueden carecer de vicios tan amables como los de éste hospedaje que abandono.
¿podeis creerlo? recién hoy, en mi último día aquí, retiré explícitamente en conserjería la prohibición de molestarme con avisos de visita -prohibición que dí el primer día y que luego olvidé junto con la posibilidad de revertirla-.
Tuve el atrevimiento de robar para usted estas flores, puesto que a estas silenciosas horas me hubiera sido imposible agenciármelas en el mercado. Espero disfruteis de su aroma, un tanto salvaje, un tanto leve.
Os prometo que si vais de visita y no me encontrais, recibiré vuestros recados -así lo consigné con mis nuevos arrendadores, de antemano-.
Mis más sinceros respetos,"

Mientras firma golpean a la puerta. El sobresalto borroneó otra vez el papel.

¿Llamó usted, Señor?

Sí, esperad un momento, hacédme el favor.

Temiendo olvidar algo relee las últimas líneas mientras con su mano libre busca la barra de lacre en el plato del velador. En unos minutos juntará sus baules y llamará al cochero.

"P. D. : Casi lo olvido! Mi nueva dirección es..."

Me parece que no...

.






-Señor, qué se va a servir?
-Una milanesa al pan, por favor. Sin picles, sin morrón en vinagre, que sea de carne entera, que el aceite no esté quemado, que la lechuga esté bien lavada, que la mayonesa sea casera y recién hecha, que tenga dos fetas de tomate, una abajo y otra arriba de la milanesa, y que el huevo sea cocido y no frito.
-En un minuto señor. Marrrrche una al pan comúnnnnn!
-...y una jarra de cabernet sauvignon por favor.
-..marche un medio de la casssaaaa!
Por la ventana entra una mosca chica y verdosa que se para en la calva del comensal de espaldas, en la mesa de en frente. El mozo a las corridas deposita en la mesa la jarra de vino y el diario de hoy.
-No gracias, no leo las noticias.
Mirando hacia afuera mientras el mozo realiza movimientos vagos con el periódico en la mano, delatando pensamientos internos, aquieta la voz.
-me da la sensación equivocada de que las personas que aparecen en las fotos intentan mejorar el mundo sabiendo lo que hacen.
Una pausa de un segundo demora el gesto que coloca el pliego bajo la axila izquierda.
-Como guste señor.
Las sillas de madera parecen pintadas con café negro, y el aroma a vino viene desde el aliento de los apoyados en la barra en pequeñas ráfagas. El marmol gastado ya no tiene aristas nítidas. Los cristales biselados del aparador, impecablemente transparentes y brillantes, dejan ver un matambre casero y una pizza rellena que parece disecada. Arriba cuelga una foto del zorzal criollo enmarcada en listones de madera finita, entre banderines de futbol y chapas de autos ya viejas. En la radio suena Madona. Después suena un grupo local cantando en inglés un tema de Coldplay. Por último suena algo sumamente patético y absolutamente desconocido.
El hombre de traje comienza a sacarse el saco al ver al mozo retirar su plato de frente a la mesada del horno. Con la mano derecha se arremanga la manga izquierda y un complejo viceversa, mientras la milanesa hace equilibrio entre las mesas vecinas.
-Aquí tiene señor.
-Gracias. No, no se preocupe, el vino me lo sirvo más tarde.
El mozo sin responder acomoda los cubiertos intentando mantener una simetría imposible.
-Cualquier cosa me avisa señor.
-Vaya tranquilo.
Lo primero que hace es servirse el vino y dar un buen trago, haciendo un buche repetido y raspando la lengua en el paladar superior e inferior, por el interior de las mejillas, por los dientes y los labios. Estirando los brazos se asegura de mantener la milanesa lejos de su camisa, y muerde un buen bocado con la boca llenándose de saliva. Mientras mastica lentamente diferenciando los sabores de la carne, del pan rallado, el tomate, la lechuga, el huevo, la mayonesa, en la ventana a su derecha se paran dos muchachos de pantalones uno más oscuro que el otro, camisas blancas y corbata, con pelo corto y a simple vista de diferentes etnias. Lo están mirando, por lo que levanta las cejas en señal de pregunta, sin dejar de masticar.
-Buenas tardes. Tu crees en dios?
El acento extranjero completa los datos que el comedor de milanesa necesita para hacerse una idea. Sin inmutarse hace la seña del no con la cabeza y da otro bocado a la milanesa por el lado en que ve que está el pedazo más grande de huevo cocido.
-Podemos charlar un minuto con tu?
Levantando del plato un trozo de tomate que resbaló entre los panes pone mientras mastica los ojos desorbitados, mirándolos, moviendo la cabeza en vaivén recto de lado a lado mientra enfatiza con un vaivén más rápido de adelante hacia atrás y separa las manos como si estuviera agarrando un pan casero de a quilo frente a si, señalando el plato con los cinco dedos de su mano derecha mientras en la izquierda sostiene la milanesa.
-Podemos dejarte un libre para tu que lees?
Les indica la mesa con la mirada y un movimiento de la quijada. Desesperadamente intenta recobrar el estado de ánimo necesario para disfrutar algo tan pasajero e irrepetible como el placer de una rara buena milanesa al pan. En la portada del folleto a colores ve una pareja caucásica y una afrodescendiente, todos con sendas sonrisas, rodeados de niños, leones y ovejas en un prado absolutamente verde, lleno de flores. No hay paralíticos ni señas de otros problemas físicos o mentales. Tampoco hay coreanos, chinos o japoneses, al parecer. Acerca la cabeza a la imágen buscándolos y nota que salvo los animales y las flores todos están vestidos con ropas coloridas, limpias, usadas durante muy poco rato, sin marcas de pliegues de los que se producen al sentarse o al plegar los brazos, posiblemente planchadas justo antes de la foto. Si, se responde a si mismo, es una foto, no es de los clásicos folletos ilustrados con dibujos a lápiz. Los leones... los leones también son de verdad, son de verdad! ...o el diseñador digital era muy bueno, definitivamente. Nada del estravismo amateur ni las miradas perdidas. El cordero lamiéndole la barba a la leona ya es una exageración.
De la milanesa solo quedan restos. Goloso, levanta entre índice y pulgar migas que quedan en el plato blanco. Lo que queda del vino no llega a la mitad del vaso. "Vienen cada vez más grandes", se ríe para adentro, mientras da vuelta el plato buscando esos característicos sellos azules internos al esmalte que le recuerdan la cocina de su abuela.
El mozo viene sin ser llamado, retira el plato y la jarra vacía. El hombre de servilleta en la boca, sintiéndolo molesto, se para, y metiendo la mano en el bolsillo logra automáticamente, sin emitir sonido, recibir el recitado de la cuenta, que paga con un billete, dos monedas grandes y dos chicas.
Levantando el saco desde la silla ya yéndose curva el cuerpo para esquivar el hombro de un comensal de movimientos nerviosos. De reojo ve el brillo de cubiertos y huele perfume de pino.

-Señor, me parece que se olvida de algo -se oye desde la mesa, donde una mano señala algo colorido sobre la cármica-.
-Me parece que no...

Eso ahí

.




Se escucha un ruido, algo como una pequeña pieza de metal que raspa repetidamente contra otra, un ruido chico, corto, en secreto, cada tanto separado de si mismo, como si intermediara el cansancio.

-Quién está ahí?

-Cómo quién está ahí? Quién pregunta?

-Yo pregunté primero, no le parece lógico que usted responda primero?

-Bueno, me importa poco la lógica, a decir verdad. Mejor hacemos de cuenta que usted no preguntó nada.

-...

-...

-...y hacemos de cuenta que usted tampoco preguntó?

-Como quiera. En realidad es poco importante para mí saber quién es usted.

-...

-...

-...Para mi es importante saber quién es usted. No lo tome a mal, pero ese ruidito chiquito cortito en secreto me molesta.

-Bueno, no lo tome a mal usted, pero ahora es a mi que me parece ilógico que usted quiera saber quién soy solo porque el ruidito chiquito cortito en secreto lo molesta... No quiere mejor saber qué es el ruidito?

-No, no me importa, con tal de que el ruidito se termine...

-Querrá decir, con tal de que le encontremos solución al problema de que le molesta el ruidito...

-Eso.

-Tápese los oidos.

-...Bueno, su solución es un poco extrema, y no considera que así no voy a escuchar el ruidito ni nada, y preferiría disfrutar de los ruiditos que sí me gustan.

-mmm...

-?

-Y si graba los ruiditos que le gustan y los escucha con auriculares mientras dure este ruidito?

-Nop

-Y si busca algo que le interese mucho y se dedica a eso así por un lado se olvida del ruidito y por otro se convierte en alguien con una meta?

-mmm... La idea no es mala pero no me sirve de momento. Y a decir verdad me quedo preguntándome cual es la relación entre focalizarse y tener una meta.

-Y si se convence de que el ruidito no existe y deja de preocuparse?

-De hecho no lo creo posible, es decir, no sin mucho esfuerzo...

...ya no lo escucho! ...Paró usted de hacer el ruidito?

-Yo nunca hice ningún ruidito! Ahora me echa la culpa?

-Perdón, asumí que era usted... Entonces que era lo que lo hacía?

-Eso ahí

La mirada recorre lo visible como una mano barrería migas de sobre un mantelito de goma.

-Eso ahí? no veo nada...

-Yo tampoco, pero sé que está ahí.

-Como lo sabe?

-Porque algo debe haber hecho el ruidito que tanto lo molestaba, y no escuché que se fuera.

-...

-Por lo tanto deduzco que era eso ahí.

-Tiene idea de lo que eso es?

-No, ni me interesa saberlo.

-Usted definitivamente tiene pocos intereses.

-Usted tiene demasiados, talvez.

-Tener intereses me hace feliz!

-Bien por usted!

Alguien se pregunta cómo algo tan normal para si mismo no es una norma, y se extraña ante la redundancia.

-A usted no?

-Porqué debería?

-Para no aburrirse, creo...

-Quién le dijo que me aburro?

-??

-...

-Bueno, al menos eso ahí dejó de hacer el ruidito.

-Sip. Ahora puede dedicarse a escuchar los ruiditos que le gustan.

-Sip. Bueno, mucho gusto.

El sonido de la puerta al cerrarse denota el cuidado tenido, la voluntad de no herir con el abandono, la consideración de un después, la posibilidad de otro ruidito.

sábado, 20 de junio de 2009

Resaca


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Me bajo del caballo y junto hongos que nacen desde bajo el excremento de las vacas. Las de caballo no sirven. La rosilla, nerviosa, me complica la vida cada vez que vuelvo a montar, caminando. Sorteando manantiales junto al monte del Rosario veo de reojo las osadas de chanchos jóvenes mientras mi cabeza arde bajo nubes inmóviles. Es la última vez antes de partir. Mi pantalón se pega bajo el recado y por mi cuello corre el sudor sobre la piel casi a punto de resquebrajarse mientras desde el cerro de piedra miro al bajo que oscurece. Comienza a ocultarse el sol. El cielo tiene ya la sombra de la Tierra. No siento que vaya a extrañar. Siento que voy a volver, posiblemente de paso, como hoy, algún día. Me duele un poco decidir abandonar lo que fui, pero puede más la curiosidad.

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Me bajo del auto, con nauseas. Abro el capot y saco la bolsa aun sin abrir, podrida. No los voy a probar. Perdí mi oportunidad y no me importa mucho. La tiro junto al camino. Tengo sed y me pica la barba. Me causa placer tener puestos los lentes de sol. Cruzo la isla de eucaliptus hacia la cascada. Se siente una milonga y griterío de inconscientes adoradores de baco. Miro a mi izquierda y me sonríe triste.
-Porqué te vas?
-Puede que porque nunca me fui y ahora parece ser el momento
-Vos tendrías que casarte con una estanciera con plata y tener hijos
-Bueno, empezá a capitalizar entonces

Le hago una guiñada. Ninguno de los dos creemos en el futuro más allá de hoy.

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-Hola, si, decime... entregaron los resultados de los trabajos finales del tercer nivel?
-No, pero tienen fecha límite para mañana porque el lunes comienzan las inscripciones
-El lunes tengo que irme... puedo empezar mañana el trámite del título? Qué tengo que llevar?
-Bueno, primero vas a tramitar el egreso, después es el trámite de conversión del certificado de egreso para obtener el título, pero si, podés tramitar ya si querés
-Qué llevo?
-Una carta al consejo solicitando el egreso de la carrera. Bueno... podés empezar también el trámite de conversión. Tenés que traer una partida de nacimiento y la fotocopia de la cédula.
-Ok gracias. Mañana paso.
-Acordate que para el título tenés que estar en el pais para aceptarlo, sino queda pendiente
-Ah, ok, gracias

Campera de cuero gastada

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...Voy a llamar, voy a preguntar quien es el oficial al mando, voy a anotar su nombre mientras me hago el confundido.. no era fulano? a qué seccional estoy llamando? Ah disculpe.. y voy a colgar. Voy a esperar tres días. Después voy a llamar otra vez y voy a pedir para hablar con él, como si ya lo conociera.

hola, señor fulano de tal. Lo llamo porque alguien que conocí me contó que una vez le hizo una pregunta complicada y usted le dió una respuesta sensata.

quien habla

alguien que tiene una pregunta

diga

por determinada razón quedé en la calle. ahi conocí a esa persona que me recomendó hablar con usted. encontre una casa abandonada y la estoy ocupando. quiero saber que derechos tengo y que tengo que hacer en caso que la policía golpée a mi puerta...

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en la casa del ocupa alguien deja un alfajor de chocolate, una coca light, una bolsa de nueces del litoral, unos besos. mañana sale para alemania a las 7, con miedo de encontrarse con su destino.
en palm beach alguien atiende hasta tarde un mostrador de hotel. cena sopa campbells, gatorade y galletas mientras chatea con emoticones.
en barcelona alguien se acuesta tarde todavia masticando la ilusión y la angustia de cambiar por un trabajo peor pago para cursar actuación. su foto en la pagina de la academia augura buena suerte.
alguien, tirado sobre sábanas sin ribetear de satén negro, en una casa vacia, colgado del router de algún vecino, postea en un blog.

Calor de alcohol





El hombre saca un grabador de cinta a microcasetes. Tiene una grabadora de mp3, pero hoy se levantó retro. Soñó con un viaje en tren. En tren de carga. En vagón vacío de puerta abierta a un campo sin alambrados. Ese campo ya no existe, por supuesto.

-estoy enfermo. buscando un poco de contacto para desahogarme de mi mismo. conocen a alguien tan perfeccionista que no pueda trabajar en equipo, que considere que la poca fuerza puesta en un proyecto por los demás es mala voluntad, que no soporte ser insultado y reaccione violentamente? ese soy yo en estos dias. uno cambia continuamente, pero cambiar tanto a mi edad... ah.. tengo 35, atipico en el mundo blog, segun veo.

Dentro suyo piensa que no lo va a publicar. Se le ocurre, como un flash, justo antes de volver a hablar, la posibilidad remota de subir el audio en algún sitio de descarga y mandar correos anónimos a gente que no lo conoce muy bien.

-será que nunca voy a poder trabajar y aguantar la mediocridad? se solucionará si me voy a otro pais? al menos, se hará mas liviano soportar la mediocridad si la plata aumenta? no será como dice un amigo, que el problema se presenta cuando alguien quiere ejercer poder sobre mi? si es asi me la veo venir mal, porque en este mundo lamentablemente siempre se tiene a alguien por encima de uno, tomando desiciones que no siempre consideramos acertadas.

El botón de stop suena como un revolver de chiquilín, a resorte, a chapa elástica. Levanta el vaso de ron de encima de la cómoda y haciéndolo girar bajo su mano se acerca a la ventana. El cielo está blanco, sobre expuesto. En la vereda de enfrente una mujer de traje chocolate camina con los brazos a los costados, haciendo equilibrio sobre el cordón de la vereda, provocando la risa de un niño fuera de cuadro.
Huele el bouquet del alcohol y bebe mientras gira buscando un cigarrillo.

Vale la pena, de todos modos, no claudicar. Es libre quien se manifiesta tal cual es. Y la revista va a salir. Aunque sea una lucha constante evitar que se quieran apoderar de ella. 

gianluiggi trovessi de fondo.

domingo, 23 de noviembre de 2008

un abogado por favor.

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Cuando recién se mudó, venía de un ritmo que para una verdadera megápolis podría ser enervantemente tranquilo, pero para alguien criado en un pueblo de 20000 habitantes llegó a ser ruidoso, sucio e impersonal. El nuevo lugar era un suburbio, donde lo que abundaba era el ruido del viento de otoño en las ramas de naranjos, pinos y eucaliptos, canto de gallos que no conocen horario y sexo de gatos gordos por las noches.
Tuvo la mala suerte de vivir los años que estuvo lejos en apartamentos con fachada sur, lo que salvo pequeños errores de la naturaleza durante los más luminosos veranos, lo condenaba a ser esclavo de los reflejos que la suerte le regalara.
Nunca pudo criar más plantas que una espantosa y diminuta tuna, amiga de las arañas y sin flores, y por supuesto, la cebollita de verdeo se negó siempre a mantener una erección.
Cuando llegó aquí, reitero, los árboles le dieron la bienvenida con una brisa verde, húmeda y fresca que se reiteraba todos los días, y las plantas lo miraron extrañadas.
Llegaba a fines del verano, cuando las lluvias comenzaban y no era necesario regarlas, por lo que recién hoy, en medio de una anunciada y deshinibida sequía, se están conociendo personalmente. Antes de ayer supo que lo que consideraba un gomero era una camelia, por ejemplo, y hace unos días comprendió que las plantas que dan al este sufren más el sol y se desidratan, se oscurecen, luego amarillean, se resquebrajan, fallecen al fin.
Pero lo que más interesante le resultó entender, fue la ceremonia del riego.

Trabaja con su computadora, lo que quiere decir que pasa mucho tiempo frente a ella, la mitad trabajando, la mitad navegando, dedicandose a mirar estrellas que revientan frente a sus ojos, música que había olvidado, noticias en lenguas que no entiende, emociones que quiere aprender a sentir. El tiempo que no está frente a su máquina es tiempo robado a una adicción, pero nunca se había quejado, al menos hasta ahora.
Cuando comprendió que las plantas, algunas, se mueren de sed, que no sobreviven naturalmente en la hostilidad de algunos extremos climáticos, la perspectiva del riego le resultó pesada, aburrida, tiempo perdido, trancado junto a la manguera, distribuyendo el líquido vino de la naturaleza por cuotas entre clientes fijos, trabajo de repartidor, burocracia del angel de la guarda de las campanillas y los helechos.
A regañadientes caminaba de planta en planta portando el cilindro de goma chorreante, al atardecer, entre la puesta de sol y la verdadera desaparición de la luz. Le parecía que pasaba una eternidad entre el momento en que el agua tocaba la tierra de una maceta y aquel cuando el nivel llegaba al límite, desbordándola.
Por momentos odiaba las hortensias, su fragilidad, su absoluta dependencia, su velocidad al morir, su liviandad, su huecura al ya no valer la pena.
Poco a poco la idea fue cambiando. Primero se vio jugando con la manguera como si fuera un apéndice suyo, como si fuera un niño conociéndose por primera vez. Varias veces debió parar la ceremonia para asistir a un evento que se llevaba a cabo en su baño, porque lo simil en algunos casos llama a lo parecido. Otras se entretuvo regando el pasto transformándose en un automatismo giratorio graduado, intentando moverse en un tiempo rítmico exacto, no sobrepasando un área específica, mientras lo veía o lo imaginaba reverdecer. Otras olvidó por un momento lo que hacía y dejó desbordarse los canteros mientras se perdía en el aroma a tierra mojada, preguntándose como guardar vividamente un recuerdo así.

Actualmente riega todo. Los sectores sin pasto, a ver si se les ocure cambiar; los dormideros de los promiscuos trepa-techos, los perros que pasan, que giran y le ladran o se van al menos sorprendidos, pero sobre todo mojados; los sectores de cemento, solo por sentir el vapor dulzón que exhalan; los árboles que no son frutales, solo por vicio.
Ultimamente riega descalzo, pinchándose los piés con la pinocha, mojándoselos descuidadamente, dejando correr el agua entre sus dedos, pisando el barro aromático de una forma tan lúdica que cuando se da cuenta se ruboriza y sonrie en su intimidad.
A veces piensa que alguien debería pagarle por los años que no pudo disfrutar de estos placeres. Pero, a quien le hace juicio?